La pandemia supone desafíos institucionales. Uno de ellos es la despersonalización rudimentaria o “caudillezca” de entender el “Estado” .
Escriben:
Guido Croxatto – Director de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado Argentino.
Matías Ascoeta – Director de Fund. Aporte Interdisciplinario para la Región.
En tiempos de agitación mundial por la pandemia del COVID19, el rol del Estado centraliza todas las miradas. ¿De quiénes? Para darnos una breve idea, el actual embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi nos invita a “imagináramos una ́mesa del poder ́, seguramente allí tendrían su silla las entidades financieras, las cámaras empresarias, los exportadores, la embajada de algún país muy poderoso, las cadenas de medios. Y también el
Estado”. La ciudadanía, por su parte, bajo el paraguas del Estado contribuye a sostener la responsabilidad de su entelequia para un proyecto de País primero y de provincia después.
El Estado entonces es central, también en el caso de las provincias, con su historia, en su contexto de país, con las demandas de su ciudadanía a la dirigencia que los administra y representa en los distintos poderes del Estado.
El retorno de la Democracia, los ciclos económicos y la reforma Constitucional del 94 son por nombrar solo algunas de las “herramientas” que fueron moldeando los Estados que deben asumir hoy su centralidad para por ejemplo, sortear los (falsos) dilemas entre la salud y la economía con la que se pretende fijar agenda a la dimensión de las y los servidores/as públicos que nos representan en la “mesa del poder”.
Entre los dilemas que se presentan a la preocupación pandémica se postulan posibles soluciones: “estados de emergencia”, “estados de excepción”, “estados de catástrofe por calamidad pública”, “emergencia sanitaria” son algunas de las primeras medidas adoptadas que ponen y exponen el rol del “Estado”. Pero no se agotan en esa instancia, la modernidad ha desarrollado instrumentos que también se encuentran presente en las propuestas de soluciones a partir del uso de tecnología de vigilancia para rastrear la propagación del virus, el almacenamiento de datos de forma masiva, la cibervigilencia, etc.
En este contexto, la pandemia supone desafíos institucionales. Uno de ellos es la despersonalización rudimentaria o “caudillezca” de entender el “Estado”. Para ilustrar con un ejemplo que compite por el podio mundial
solamente tenemos que mirar al vecino país de Brasil, donde la raquítica concepción de “Estado” del Presidente Bolsonaro embiste contra la de los gobernadores: “yo soy la Constitución”.
Todo resultaría muy lejano a la Argentina, sobre todo a partir de las elecciones de octubre del 2019. Pero el gen “caudillezco” no es una exclusividad brasilera. En la reducción más simplificada de nuestras estructuras el Estado, sobre todo los Estados Provinciales y Municipales conservan la personalización de los deseos del hiperpresidencialista con el
que nuestras constituciones fueron originadas.
La generación gobernante, como el presidente de la Nación, pero también como los Gobernadores de Catamarca, Raúl Jalil y de La Rioja, Ricardo Quíntela, atravesados gran parte de su vida por golpes de Estados pero también de la transición Democrática, de los juicios, de la reforma del 94, de la lucha por los derechos humanos, sociales, económicos y culturales tenían previo a la pandemia agendadas reformas de Estado. En el caso de la
Provincia de Catamarca viene trabajando la necesidad de reformar su Constitución desde el mandato de la Gobernadora Corpacci. Por su parte La Rioja, reformas judiciales, electorales y constitucional exhaustivamente detalladas en el discurso de asunción del Gobernador Quíntela.
Para ambos casos, la pertinencia de cualquier práctica reformista post crisis dejará entrever la concepción de Estado que los círculos áulicos de la “Mesa del Poder” pretenden o si las actuales generaciones gobernantes hicieron propia las enseñanzas de la historia política Argentina reciente: el Nunca Más de los derechos humanos y el Nunca Menos de los derechos sociales.